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Serás pescador de hombres... ¿Y si mejor pescamos peces?


Los especialistas en el estudio de la Biblia, después de un acercamiento teológico estricto a los textos sagrados, han hecho hallazgos bastante interesantes que superan lo que allí se dice textualmente, es decir, al pie de la letra… Uno de estos descubrimientos, que llama personalmente mi atención, está en el relato de “La pesca milagrosa” (Cfr. Lc 5, 4-11), cuyo foco de atención quisiera centrarlo en la máxima: “Serás pescador de hombres” (v. 10b).

  1. Los discípulos están cabizbajos, medio tristes y con cierto aire de desconsuelo, pues han estado trabajando toda la noche y no han logrado pescar nada. El día clarea cuando llega el Señor que les pide lanzar de nuevo las redes. Pese a su adormecido entusiasmo, ellos confían en la Palabra salida de los labios de Jesús.

  2. Su estado de ánimo debió cambiar con toda seguridad, por fin su cansancio se vería coronado con aquellos pecesillos que, además, “reventaban las redes” (v. 6).

  3. Desbordante de alegría y de temor a la vez, Pedro es invitado por Jesús a no tener miedo, y al instante recibe una misión con la frase que ahora nos ocupa: “en adelante serás pescador de hombres”.

Habría mucho más qué decir en torno al presente episodio bíblico, mas para fines de este espacio quisiera centrar mi atención específicamente en la simbología que subyace en el relato.

  • El mar, en este contexto, representa el mal.

  • Los peces son equiparados con los hombres, que por fuerza propia, no pueden separase del mal.

  • La barca, con Pedro y los discípulos a la cabeza, es representación de la Iglesia, comunidad de creyentes, que llevan adelante la misión a ellos encomendada.

En este marco interpretativo, que nos lleva a comprender el relato desde otros horizontes, comprendemos que la Iglesia, con Pedro a la cabeza, confiando en las Palabras del Señor Jesús, tiene la importante misión de colaborar para salvar al hombre del mal.

El mandato es claro, y sigue siendo un programa vocacional lanzado por Cristo para todo hombre y mujer de buena voluntad y, particularmente para que, jóvenes y señoritas del mundo entero, escuchen la llamada del Señor y se decidan a entregar su vida al Señor para que el mundo tenga vida.

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