Vivir con propósito
¡Hola!
Ir sin propósitos por la vida, vivir al azar, andar a la deriva… es como sentarse y esperar a que “la suerte” toque tu puerta en algún momento. Esto es grave, pero muchas personas en verdad piensan y dicen: “Ojalá que en algún momento me vaya bien en la vida y se acaben mis problemas”. Eso, a todas luces es síntoma de no tener un propósito, de no contar con un plan que active y llene de energía tu vida.
Ningún ser humano debería levantarse por la mañana sin tener un propósito para el día. No puedes vivir uno, dos tres meses sin hacer nada provechoso, ¡no puedes! Es indigno para ti mismo vivir sin ningún proyecto: estás siendo injusto con tu persona al no hacer algo valioso y terminar el día con las manos y el alma vacía; eso es semejante a negar tu propia esencia, las capacidades y cualidades que Dios te dio.
Al igual que se hace en cualquier empresa, como personas, todos podemos y deberíamos tener programados nuestros días, meses y años con actividades, objetivos, metas, espacios de recreación y descanso.
Todos, sin excepción deberíamos planear nuestra vida a corto, mediano y largo plazo; preguntarnos dónde y cómo queremos estar, y a partir de allí, reconocer las tareas que debemos emprender en el presente.
Pero, mucha gente no tiene un proyecto de vida
Imagina salir de compras, encontrarte con un vecino y estar tres horas hablando en la calle de todo un poco, pero sin ningún propósito. Probablemente, alguien te preguntaría si no tienes ninguna cosa más importante que hacer. Sin embargo, hay muchas personas que terminan el día y ven que han hecho mucho y nada a la vez, nada que dé significado a su existencia.
Tener metas concretas en el día a día e ir detrás de ellas, llena de vigor nuestra vida, le da sabor, nos impulsa y nos lanza a descubrirnos plenamente vivos… todos nos deberíamos emocionar con la idea de alcanzar un objetivo: graduarse de la Universidad, aprender a tocar un instrumento, equilibrar nuestro peso corporal, poder viajar a nuestro país favorito, etc.
Lo contrario de esto es vivir sin propósitos, sin metas, a merced de la casualidad, del acontecimiento fortuito, de la llamada telefónica imprevista, del encuentro inesperado… Viviendo de tal manera, digámoslo claramente, es infantil y fantasioso.
Quien vive sin metas y propósitos es semejante a un corcho que flota en el agua, sin una fuerza capaz de trazar un camino específico, su orientación por la vida es reactiva en vez de proactiva, va a la deriva.
Vivir con propósito, vivir productivamente, supone las siguientes cuestiones básicas:
Asumir la responsabilidad de plantearnos metas y propósitos de manera consciente.
Interesarse por identificar las acciones necesarias para conseguir nuestras metas.
Revisar nuestra conducta y verificar si concuerda con nuestras metas.
Prestar atención al resultado de nuestros actos, para averiguar si nos conducen a donde queremos llegar.
Esfuerzo.
Esfuerzo.
Más esfuerzo.
Todos merecemos la vida que deseamos, ojalá todos pudiéramos alcanzar nuestras metas y sentirnos plenamente realizados… sin embargo, no siempre es así por múltiples y complejos factores.
No hay una receta 100% efectiva para lograrlo, sin embargo, un propósito bien delimitado, alcanzable, con el cual nos comprometemos, puesto en manos de Dios tiene mucha probabilidad de llegar a buen término.